[Bien, sí. Es él. Pero el problema es que cuando llamas a su nombre y te asomas en su refugio, de algún modo en su caótica cabeza te ve como una amenaza.
Eso le hace hervir la sangre y en un impulso va a dar un salto en tu dirección, no precisamente para recibirte de una cálida manera, sino que más bien con deseos de tirarte al piso para golpearte.]